Tuesday, April 19, 2011

Canción gitana

Si tú supieras lo que te quiero
Tendrías miedo
Cogerías mi corazón con la mano
Para adelgazarlo
Y así poder barnizarlo de otros quereres.
Porque mi querer con el tuyo
Debería estar blindado
Y en la puerta una mirilla
Para mirarlo de vez en cuando

Tuesday, April 5, 2011

Migas de pan


Estoy tumbado en la cama y me acuerdo de ti. El sol entra implacable, como todos los sábados de mis resacas desde que te fuiste y por mucho que me tape con la sábana no me deja de interrogar. Pienso, siempre, que eres tú la que me interroga, que me miras con esos ojos de pintora, cada día de un color, con los que eres capaz de hacerme sentir la peor persona del mundo. No lo haces, lo soy. Soy la peor persona del mundo, lo sé.

Cuando encuentre por fin la fuerza para levantarme, volveré de nuevo a sentir que estás en la cocina, poniendo la cafetera como te enseñaron a hacerlo para que no se queme el mango. Y que puedo acercarme a ti, sin estar rodeado de fantasmas en cada marco de las fotos, y decir, sin que tú lo repitas moviendo los labios, que tengo que poner una lavadora. El suelo estará frío aunque trate de no pisar las rayas. Lo sé.

Mientras no saque las manos congeladas y se arrastren sin darme casi cuenta hacia el extremo de la mesilla, choquen con todos los papeles, tiren vasos medio llenos de agua, blisters caducados y billetes usados de metro, hasta llegar a mis gafas, y vuelen las manos-fantasma hasta mi cara, y me den esa odiosa sensación de la visión sin elegancia, no podré encontrar las fuerzas para borrarte de mi cabeza. Ni siquiera un poco. Ni siquiera aunque antes de sacar las manos congeladas palpe el cuerpo desnudo de la que se encuentra a mi lado, para comprobar, como lo dudaba ayer, que estoy vivo.

Cuando saque las manos, me ponga las gafas, camine descalzo y casi de puntillas hasta la cocina y sea yo quien haga el café, creo que vas a desaparecer por unos instantes. Porque además, la persiana al descubierto hará trizas el sol, los gritos de los niños buscando el balón inventarán todos mis pensamientos, y la casa no dará vueltas como desde el colchón.

Cuando mee, y el alivio acabe contigo en mi cabeza, y la ducha me pegue tan fuerte que no quepa más recuerdo en mí que el del jabón que acabo de comprar, desaparecerás al fin del todo. Ya no estarás haciendo café ni pronunciando: es tarde, ahora ya es tarde. Ya no serás un reloj de agujas que se me clavan.

Comeré las magdalenas que sabes que tanto me gustan, de la forma que te imaginas: de un bocado y antes de que al untarlas la leche caiga de nuevo dentro de la taza. Después de desayunar, no recogeré, como ya lo sabes, las migas que se quedaron en el mantel, ni tampoco las de pan de ayer. Las migas de pan se quedarán hasta que se me pase la resaca, o hasta que me de por limpiar a mí. Ya sabes que no me molestan tanto como a ti.

Cuando me levante, me haga el café y lo tome en la taza que me regalaste, creo que voy a volver a la cama. O quizá me tumbe en el sofá y así puedo seguir imaginándote por la casa. Es tarde, es cierto, es tarde. Y si te llamara para que vinieras, en realidad sólo querría que el placer se fuera en besos y abrazos, y poder follar sin preguntarte, y poder así dejar de pensar unos instantes en que es tarde. En que es tarde y todavía no me he levantado. En que es tarde, todavía no me he levantado y ni yo ni nadie va a recoger esas migas del mantel.

JA

La carcajada atravesó la capa de sueño y la convirtió en vigilia gracias, amiga sonó como un crujido de crocanti, quebrando el mol...